OSCAR LUCERO
El silencio
lo hizo amigo del monte.
El hacha
fue su consuelo.
El arte,
lo hizo su dueño.
Caminó las
madrugadas bajo el cielo muy abierto.
Buscaba
en el caldén, el poste que fuera recto.
De tanto
mirar al árbol, se fue haciendo como ellos.
Ellos le
dieron la savia a su corazón sediento.
Le llenaron
el alma con imágenes de ensueño.
Y descubrió
en sus ramas, escondidos, los secretos.
Fue el hacha
pluma virgen, para cantarle a la tierra.
La golpeó
para que fuera desollando la madera, que temblando lo dejaba, acercarse a sus entrañas.
Fue dejando que la vida, rompiera las telarañas y surgieran de la nada, cual si Dios las creara, las figuras de este mundo, en la madera talladas.
María Virginia Nazer de Rodríguez